Cuántos tropiezan por aquí cerca

miércoles, 20 de abril de 2011

Vivir en FengTai - Beijing

Para hacer honor al título haré unos primeros comentarios relacionados con mi experiencia viviendo 8 meses seguidos en China, concretamente en Beijing, y ya concretando más en la zona de Feng Tai. Para los que no conozcan la ciudad, debo decir que esta última concreción es importante ya que Feng Tai es, intentando hacer un símil con las ciudades occidentales, el barrio obrero de Beijing; el lugar donde los “avances” llegan por último lugar y, lo más importante para mí, donde no hay extranjeros.

Esto es importante porque he conocido mucha gente que vive o ha vivido en otros barrios de Beijing, o que ha estado haciendo turismo, o que vive o ha vivido en ciudades no-chinas como Shanghai, y estoy seguro de que discreparían totalmente con muchas de mis opiniones y que incluso dirían que Beijing es una ciudad avanzadísima, donde ellos se encuentran como en casa y que viven en China casi igual a como podrían hacerlo en España o cualquier otro país.

Yo he estado yendo a China un mes al año desde el 2005, pero esta última vez me he quedado desde octubre de 2009 a junio de 2010. Primera experiencia derivada de esto: no es lo mismo conocer un lugar como turista que como residente. Para nada. La residencia tiene sus ventajas, como el tener un lugar fijo al que volver y en el que dejar las cosas durante otros viajes o a la vuelta a España, y el poder cocinar a tu gusto y tener tu casa a tu manera. Sin embargo, las prerrogativas del turista siempre se acaban echando de menos: el poder alojarte donde mejor te convenga, el ir casi siempre en taxi porque “total, un par de euros, para un par de días que vamos a estar aquí, no son nada”, y sobre todo el visitar sólo las zonas chulas de la ciudad y quedarte sólo con lo bueno.

En resumen, se puede decir que vivir en China “como un chino” no es muy agradable. Hay muchas cosas que aquí se dan por supuestas, pero que en muchas zonas de China (y recordemos que China es más grande que Europa) todavía son lujos o excepciones. El tener que pelearte para subir a un autobús, porque nadie respeta las colas; el tener que rezar por encontrar un asiento en el bus para que las próximas dos horas no sean un infierno; el saber que ir a cualquier sitio te va a suponer una jornada completa; el que sea imposible “ir andando” a cualquier lugar; el tener que aceptar que los coches son los amos de las carreteras y los peatones tenemos la obligación de molestarles en su recorrido, independientemente del color de los semáforos… Todas ésas son cosas que hasta que no las vives no sabes hasta qué punto influyen en la calidad de vida.

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